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miércoles, 13 de febrero de 2013

PROLOGO DE PRINCESA MECÁNICA



Hace ya unos días que el prólogo de Princesa Mecánica se puede leer en la aplicación de 
Shadowhunter.

ATENCIÓN : CONTIENE SPOILERS!!!

York 1847

-Estoy asustada- dijo la niña sentada en la cama. -¿Abuelo, te quedarías conmigo? Aloysius Starkweather hizo un ruido impaciente con su garganta y llevo una silla cerca de la cama y se sentó en ella. Le complacía tanto que su nieta confiara en él, que a menudo él era el único que podía calmarla. Su comportamiento brusco nunca le había molestado, a pesar de su delicada naturaleza.
-No hay nada a que temer Adele- Dijo el –Ya verás Ella lo miro con los ojos bien abiertos. Normalmente las ceremonias de la primera runa se hacían en uno de los espacios del instituto de York pero como Adele era una niña frágil de salud, habían accedido a que podía ocurrir en su habitación donde estaría a salvo.
La niña estaba sentada al borde de la cama, su espalda estaba muy recta. Su vestido ceremonial era rojo y le hacía juego un hermoso moño en su fino cabello rubio. En su delgada cara sus ojos lucían enormes y sus brazos estrechos. Todo en ella era frágil, como una tasita de café china.
-Los hermanos silenciosos- Dijo. -¿Qué es lo que me harán?
-Dame tu brazo- Dijo él y ella le extendió su brazo con miedo. Él observó la trayectoria de sus venas en la pálida piel de su brazo. -Ellos usaran sus estelas, tu sabes lo que una estela. Es para hacer una marca en tu piel. Por lo general empiezan con la runa de visión pero en tu caso empezarán con una runa de fuerza.
-Porque no soy demasiado fuerte.
-Para hacerte más fuerte
-Como el caldo de carne- Adele arrugó su nariz.
-Afortunadamente no tan desagradable- río. -Sentirás un pequeño pinchazo, deberás ser fuerte y no llorar, porque los cazadores de sombras no lloran por dolor. Luego el pinchazo desaparecerá y te sentirás mucho más fuerte. Y ese será el final de la ceremonia, y celebraremos con tortas heladas.
Adele hizo ruido con sus tacones.
–Y una fiesta!
-Si, una fiesta y regalos- Él golpeo su bolsillo, donde había escondida una pequeña caja. Una pequeña caja forrada en fino papel azul que contenía un pequeño anillo familiar. – Tengo uno para ti justo aquí. Lo obtendrás luego de la ceremonia aquí mismo.
-Nunca tuve una fiesta para mí.
-Es porque te vas a convertir en una cazadora de sombras- Dijo Aloysius –¿Sabes porque es tan importante no? Tu primer marca significa que eres una Nephilim, como yo, como tu madre y tu padre. Significa que eres parte de la Clave. Parte de esta familia guerrera. Alguien diferente y mejor que cualquier otro.
-Mejor que cualquier otro- Repitió cuando la puerta de su cuarto se abrió y dos hermanos silenciosos entraron. Aloysius vio un destello de miedo en los ojos de Adele. Ella retiro su mano asustada. Frunció el seño. A Aloysius no le gustaba ver miedo en sus descendientes aunque no podía negar que 
los hermanos eran espeluznantes en su silencio y en sus peculiares movimientos. Se movieron hasta el lado de la cama donde estaba Adele, cuando la puerta volvió a abrirse y los padres de Adele entraron a la habitación: Su padre, el hijo de Aloysius con cara de pánico; su esposa con un vestido rojo y un colgante de oro del que colgaba un dije con una runa. Le sonrieron a su hija quien les devolvió una sonrisa temblorosa.
Entonces el hermano silencioso susurró en su mente: “Adele Lucinda Starkweather” Era la voz del primer hermano silencioso. El hermano Cimon. “Ya tienes edad. Es hora de la primer marca del ángel que se te concederá. ¿Eres consciente del honor que se te da y de que harás todo en tu poder para ser digna de ella?”
-Sí- Contestó Adele.
“¿Y tu aceptas esta marca del ángel, que quedará grabada para siempre en tu cuerpo, un recordatorio de todo lo que le debes al ángel y tu deber sagrado al mundo?” Él corazón de Aloysius latió con orgullo.
-Lo acepto también- Dijo Adele.
“Entonces empecemos” La estela del hermano silencioso brillo en su larga mano blanca. Tomó el pequeño brazo de Adele, colocó la punta de la estela en su piel, y comenzó a dibujar. Líneas negras salieron de la punta de la estela y Adele se asombró de cómo el símbolo de la Fuerza tomaba color en su pálido y delgado brazo. Un delicado diseño de líneas interponiéndose unas con otras, cruzando sus venas, envolviendo su brazo. Su cuerpo estaba tenso, sus pequeños dientes se hundieron en labio inferior. Sus ojos brillaban mirando a Aloysius y el vio dolor en ellos. Era normal sentir un poco de dolor con la primera marca, pero lo que el realmente vio fue agonía. Aloysius se paro bruscamente, tirando la silla en la que había estado sentado.
– ¡Paren!- Gritó, pero era demasiado tarde. La runa estaba completa. El hermano silencioso se echó hacia atrás mirando. Había sangre en la estela. Adele estaba lloriqueado, consciente de la advertencia que su abuelo le había dicho de no llorar, pero luego su piel ensangrentada y chamuscada comenzó a quemar ennegreciendo y ardiendo bajo la runa como si fuera fuego. Y ella no pudo evitar lanzar la cabeza hacia atrás y comenzó a gritar y gritar.


Londres 1873

-Will- Charlotte Fairchild entreabrió la puerta del cuarto de entrenamiento del instituto. – ¿Will estas ahí?- Un gruñido sordo fue la única respuesta. La puerta se abrió por completo, revelando la habitación de techos altos que se encontraba al otro lado. Charlotte había crecido entrenando allí, y conocía cada recoveco de la habitación. El antiguo blanco pintado en la pared norte, las ventanas cuadradas, tan viejas que eran más gruesas en la base que en la parte superior. En el medio de la habitación estaba Will Herondale con un cuchillo en su mano derecha.
Giró la cabeza para mirar a Charlotte, y ella otra vez recordó lo extraño que él era.
A pesar de que a los doce años seguía siendo apenas un niño, era muy lindo. Tenía el cabello espeso y oscuro, el cual se ondeaba ligeramente dónde tocaba su nuca -se encontraba cubierto de sudor y pegado a su frente- su piel había sido bronceada por el sol y el aire campestre en su primera llegada al Instituto. Aunque seis meses viviendo en la ciudad habían bastado para quitarle su color, causando ese destacado rubor en sus pómulos. Sus ojos eran de un inusual y luminoso azul. Hubiera sido un hombre realmente atractivo si pudiera hacer algo con respecto al ceño que constantemente retorcía su semblante.
-¿Qué pasa, Charlotte?- Espetó. Todavía hablaba con un suave acento Galés. Un problema en sus vocales que podría haber sido encantador si su pronunciación no hubiera sido tan agria. Se refregó el antebrazo sobre su frente a la vez que ella caminaba a través de la puerta, luego se detuvo.
-Te he estado buscando por horas- Dijo ella con aspereza, ya que eso tenía un pequeño efecto sobre Will y nada tenía efecto sobre él cuando estaba malhumorado. Y siempre lo estaba. -¿No recuerdas que ayer te dije que hoy le íbamos a dar la bienvenida a una nueva persona en el instituto?
-Oh, lo recuerdo- Will revoleó el cuchillo y este se clavó justo afuera del blanco. Frunció el ceño. –Pero no me interesa.
El chico detrás de Charlotte lanzó un sonido ahogado. Una risa, pensó ella. Pero ¿cómo podía estar riendo? Había sido advertida que el chico que llegó al Instituto desde Shangai no estaba bien. Pero se exaltó cuando él bajó del carruaje pálido y balanceándose como una hoja en el viento. Su oscuro cabello rizado, moteado con canas plateadas hacían que pareciera un hombre entrando a sus ochentas y no un niño de doce años. Sus ojos eran grandes, de un color negruzco y plateado al mismo tiempo.
Era algo extrañamente hermoso atrapado en un rostro tan delicado.
-Will, se educado- Dijo, atrayendo al chico nuevo hacia ella y adentrándolo en la habitación. –No te preocupes por Will, él es solo tímido. Will Herondale, te presento a James Carstairs del Instituto de Shangai.
-Jem- Dijo el chico. –Todos me llaman Jem- Dio otro paso hacia la habitación, su mirada mantenida en Will con una amistosa curiosidad. Para sorpresa de Charlotte, su voz no mostró ningún rastro de acento. Pero por supuesto, si su padre era –había sido- británico. –Tú también puedes.
-Bueno, si todos te llaman de esa manera, no es un ningún favor especial para mi ¿o si?- El tono que empleó Will era ácido para alguien tan joven. Era increíblemente capaz de ser desagradable. –Creo que debes entender, James Carstairs, que si te metes en tus asuntos y me dejas solo será lo mejor  para ambos.
Charlotte suspiró para sus adentros. Tenía la esperanza de que este chico con la misma edad de Will lograra desarmar su ira y crueldad. Pero estaba claro que a Will no le interesaba si otro chico cazador de sombras llegaba al Instituto. Él no quería amigos.
Ella miró a Jem, esperando verlo sorprendido o dolido, pero solamente estaba sonriendo un poco, como si Will fuera un gatito que hubiera intentado morderlo.
-No he entrenado desde que dejé Shangai- Dijo Jem. –Podría usar a un compañero, alguien con quien entrenar.
-Yo también podría- Comentó Will. –Pero necesitaría a alguien que me soportara. No una criatura enferma que parece estar feliz frente a la tumba. Aunque supongo que debes servir para tiro al blanco.
Charlotte, sabiendo lo que le había hecho a Jem Carstairs –echo que no compartía con Will- sintió una horrible culpabilidad. “Feliz frente a la tumba” Oh, dios mío. ¿Qué habría dicho su padre? Que Jem dependía de una droga para vivir, algo parecido a una medicina que alargaba su vida pero no lo salvaba de la muerte. Oh, Will.
Ella se interpuso entre los dos chicos, como si pudiera proteger a Jem de la maldad de Will, más preciso en este momento como nunca antes lo hubiera sido.
Sin embargo Jem permaneció con la expresión intacta.
-Si con “Feliz frente a la tumba” te refieres a morir, entonces si- Dijo. –Me quedan aproximadamente dos años más de vida, tres si tengo suerte. Eso me contaron.
Incluso Will no pudo ocultar su sorpresa. Sus mejillas se sonrojaron.
-Yo…
Pero Jem había dado unos pasos hacia el blanco pintado en la pared. Cuando lo alcanzó tiró de la daga. Luego se volvió y caminó directo hacia Will, con delicadeza.
Tenían la misma altura.
-Puedes practicar tiro al blanco conmigo, si quieres- Dijo Jem con total naturalidad, como si estuvieran teniendo una charla sobre el clima. –Creo que debo estar un poco aterrado, ya que no eres un buen tirador- Giró sobre sus talones, apuntó y dejó que la daga volara. Esta se incrustó perfectamente en el centro del blanco, temblando ligeramente. –O- Murmuró Jem, volteándose para ver a Will. –Puedes dejarme enseñarte. Me considero un muy buen tirador.
Charlotte estaba impresionada. Por medio año había visto como Will alejaba a todo aquel que quisiera acercársele –tutores, su padre, su prometido Henry y hasta los dos hermanos Lightwood, con una combinación de odio y mutua crueldad-
Si no fuera porque ella fue la única persona que lo vio llorar hubiera imaginado que él jamás sería bueno con nadie. Y entonces ahí estaba mirando a Jem Carstairs, un chico tan frágil que parecía estar hecho de cristal, con la dureza de su expresión suavemente disolviéndose en una tentativa incertidumbre:
-Realmente no vas a morir- Dijo, con el más inusual tono de voz. – ¿O si?
Jem asintió.
-Eso me han dicho.
-Lo siento- Susurró Will.
-No- Dijo Jem, suavemente. Dejó su chaqueta a un lado y tomó un cuchillo de su cinturón. –No seas tan ordinario. No digas que lo sientes. Di que entrenarás conmigo.
Sostuvo el cuchillo frente a Will. Charlotte contuvo la respiración, temerosa de moverse. Se sentía como si estuviera viendo algo muy importante, aunque no sabía con exactitud qué.
Will extendió la mano y tomó el cuchillo. Sus ojos nunca dejaron de mirar el rostro de Jem. Sus dedos acariciaron los del otro muchacho cuando tomó el arma.
Fue la primera vez, pensó Charlotte, que ella lo vio tocar a otra persona con entusiasmo.
-Entrenaré contigo- Dijo él.

FUENTE

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